martes, 15 de marzo de 2011

Centro ( Deng Ming-Dao)

Foto de Elisa
La verdadera belleza viene de adentro. Toma una flor como ejemplo. Al comienzo es sólo un capullo. Todavía no le muestra su encanto al mundo, no atrae abejas o mariposas, y no puede volverse fruto todavía. Sólo cuando se abre revela la belleza en su centro. Allí está el foco de su exquisitez, la fuente de su aroma, allí está su dulce néctar. De la misma manera, nuestra propia belleza única viene de adentro.

Nuestra gloria no tiene nada que ver con nuestra apariencia o nuestra ocupación. Nuestras cualidades especiales vienen de una fuente interior. Debemos cuidar de abrirnos y florecer natural y tranquilamente, manteniendo el centro. Es de allí que viene todo el misterio y el poder, y es bueno dejarlo desplegarse a su propio tiempo.

Tal como una flor pasa por etapas -capullo, abrirse, florecer, polinizar, marchitarse, dar fruto, caer- cada uno de nosotros pasará a través de las etapas obvias del nacimiento a la muerte. No tenemos un mismo carácter a lo largo de nuestras vidas. Cambiamos y crecemos. Nuestras identidades se despliegan y florecen. A menos que logremos el centro y mantengamos nuestras evoluciones, no podremos nunca alcanzar verdadera independencia en nuestras vidas.