lunes, 29 de diciembre de 2008

Obra maestra

Foto de Arpana Vidroh
Un maestro calígrafo estaba escribiendo algunos caracteres sobre un pedazo de papel. Uno de sus especialmente perceptivos estudiantes estaba mirándolo.

Cuando el calígrafo hubo terminado, pidió la opinión del estudiante, quién inmediatamente le dijo que no estaba nada de bueno. El maestro lo intentó de nuevo, sin embargo el estudiante criticó el trabajo de nuevo.

Una y otra vez, el calígrafo cuidadosamente trazaba los mismos caracteres, y cada vez el estudiante los rechazaba.

Finalmente, cuando el estudiante había desviado su atención a algo más y no estaba mirando, el maestro aprovechó la oportunidad de hacer rápidamente los caracteres.

“¡Listo! ¿Cómo está ese?”, le preguntó al estudiante. El estudiante se dio vuelta a mirar. ¡ESA... es una obra maestra!” exclamó.




(La leyenda indica que esta es la historia detrás de la creación del maestro Kosen de una plantilla de tinta que fue utilizada para crear la madera grabada: “El Primer Principio”, que aparece sobre la puerta del templo de Obaku en Kyoto).

Cazando dos conejos


Foto de Arpana Vidroh
Un estudiante de artes marciales se acercó a su profesor con una pregunta. “Quisiera mejorar mi conocimiento de las artes marciales. Además de aprender de usted, quisiera estudiar con otro profesor, para aprender otro estilo. ¿Qué piensa usted de esta idea?”.

“El cazador que persigue dos conejos”, contestó al profesor, “no atrapa ninguno”.

Haiku


Foto de Arpana Vidroh

Con la cabeza erguida

también el caracol

se me parece

Shiki


Un Regalo


Una vez vivió un gran guerrero. Aunque bastante viejo, él aún podía derrotar a cualquier retador. Su reputación se extendió a lo largo y ancho del país, y muchos estudiantes se reunieron para estudiar con él.

Un día, un infame joven guerrero llegó a la aldea. Estaba determinado en ser el primer hombre en derrotar al gran maestro. Junto con su fuerza, tenía una inexplicable habilidad de notar y de explotar cualquier debilidad en un adversario. Esperaba a que su rival hiciera el primer movimiento, de esa manera revelando una debilidad, y después golpeaba con una despiadada fuerza y una velocidad de relámpago. Nunca, nadie había durado en un combate con él, más allá del primer movimiento.

Muy en contra del consejo de sus preocupados estudiantes, el viejo maestro aceptó con mucho gusto el desafío del joven guerrero. Cuando los dos estuvieron en guardia para la lucha, el joven guerrero comenzó a lanzar insultos al viejo maestro. Tiró mugre y escupitajos en su cara. Por horas lo atacó verbalmente con cada maldición e insulto conocido por los hombres. Pero el viejo guerrero simplemente estaba parado allí, inmóvil y tranquilo. Finalmente, el joven guerrero se agotó. Sabiendo que había sido derrotado, se marchó, sintiéndose avergonzado.

Algo decepcionados porque no luchó con el insolente joven, los estudiantes se reunieron alrededor del viejo maestro y le preguntaron. “¿Cómo pudo usted aguantar tal indignidad? ¿cómo lo alejó?”.

“Si alguien viene darles un regalo y ustedes no lo reciben” contestó el maestro, “¿a quién pertenece el regalo?".

sábado, 27 de diciembre de 2008

Cambio


A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones, le dijo el maestro, “naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?”

“Han cambiado mis talentos”, respondió el monje.

“No, has cambiado tú”, dijo el maestro.

“¿Y no es lo mismo?”, dijo el discípulo.

“No, tú eres lo que tú piensas que eres, cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú”.

El Té



Foto de Arpana Vidroh

Un importante catedrático universitario se encontraba últimamente en extraños estados de ánimo: se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. Su infelicidad era tan profunda cuan su vanidad. En un momento de humildad había sido capaz de escuchar a alguien que le sugería aprender a meditar como remedio a su angustia. Ya había oído decir que el Zen era una buena medicina para el espíritu.

En su región vivía un excelente maestro y el profesor decidió visitarle para pedirle que le aceptara como estudiante. Una vez llegado a la morada del maestro, el profesor se sentó en la humilde sala de espera y miró alrededor con una clara —aunque para él imperceptible— actitud de superioridad. La habitación estaba casi vacía y los pocos ornamentos sólo enviaban mensajes de armonía y paz. El lujo y toda ostentación estaban manifiestamente ausentes.

Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones debidas, el primero le dijo: “permítame invitarle a una taza de té antes de empezar a conversar”. El catedrático asintió disconforme. En unos minutos el té estaba listo.

Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa con movimientos rápidos y ligeros al cabo de los que empezó a verter la bebida en la taza del huésped. La taza se llenó rápidamente, pero el maestro sin perder su amable y cortés actitud, siguió vertiendo el té. El líquido rebosó derramándose por la mesa y el profesor, que por entonces ya había sobrepasado el límite de su paciencia, estalló airadamente tronando así: “¡Necio! ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?”. Sin perder su ademán, el maestro así contestó: “Por supuesto que lo veo, y de la misma manera veo que no puedo enseñarte el Zen. Tu mente ya está también llena”.

Por Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

Dar la luna

Foto de Arpana Vidroh
Un maestro de Zen vivía el tipo de vida más simple, en una pequeña ch
Foto de Arpana vidrohs pies de una montaña.

Una tarde, mientras estaba ausente, un ladrón entró furtivamente a la choza sólo para encontrar que no había nada para robar.

El maestro de Zen volvió y lo encontró. “Usted ha venido desde muy lejos a visitarme”, le dijo al merodeador, “y usted no debería volver manivacío. Por favor, tome mis ropas como regalo”. El ladrón estaba desconcertado, sin embargo tomó las ropas y se dio a la fuga.

El maestro se sentó desnudo, mirando la luna. “Pobre tipo“, meditó, “desearía poder darle esta hermosa luna”.


Iluminado



Foto de Arpana Vidroh



Un día, el maestro anunció que un joven monje había alcanzado un estado avanzado de Iluminación.

La noticia causó algo de conmoción. Algunos de los monjes fueron a ver al joven monje.

–Oímos que te iluminaste. ¿Es verdad? –preguntaron.

–Así es –contestó.

–¿Y cómo te sientes?

–Tan desgraciado como siempre –dijo el monje
.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Ya Pasará


Foto de Arpana Vidroh

Un estudiante fue hasta su profesor de meditación y le dijo, “¡Mi meditación es horrible! Me siento tan distraído, o mis piernas duelen, o estoy constantemente quedándome dormido. Es horrible!”.

“Ya pasará”, dijo irónicamente el profesor.

Una semana después, el estudiante volvió hasta su profesor. “¡Mi meditación es maravillosa! ¡Me siento tan conciente, tan apacible, tan vivo! ¡Es maravilloso!”.

“Ya pasará”, contestó irónicamente el profesor.


EL SAMURAI Y EL PESCADOR

por Richard Kim "The Weaponless Warriors", 1974. Ohara Publications, USA.

Durante la ocupación Satsuma de Okinawa, un Samurai que le había prestado dinero a un pescador, hizo un viaje para cobrarlo a la provincia Itoman, donde vivía el pescador. No siéndole posible pagar, el pobre pescador huyó y trató de esconderse del Samurai, que era famoso por su mal genio. El Samurai fue a su hogar y al no encontrarlo ahí, lo buscó por todo el pueblo. A medida que se daba cuenta de que se estaba escondiendo se iba enfureciendo. Finalmente, al atardecer, lo encontró bajo un barranco que lo protegía de la vista. En su enojo, desenvainó su espada y le gritó: ¿"Qué tienes para decirme"?.

El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer."

"Lo siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto: Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: “Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano."

El Samurai quedó anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue.

Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, cuando se vio sorprendido por un haz de luz que provenía de su habitación, a través de la puerta entreabierta.

Agudizó su vista y pudo ver a su esposa tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dio cuenta de que era un samurai!

Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta de la habitación. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano."

Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia.

El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias!"

El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."