martes, 31 de agosto de 2010

Vientos fuertes ( Oso)



Foto de Arpana Vidroh

Esos vientos fuertes que golpean con dureza no son realmente enemigos. Os ayudan a
integraros. Dan la impresión de que os van a desenraizar, pero al luchar con ellos os enraizáis.
Pensad en un árbol. Podéis llevar un árbol al interior de la habitación y, en cierto
sentido, estará protegido; el viento no lo azotará. Cuando las tormentas bramen en el exterior,
se hallará fuera de peligro. Pero no habrá desafío; todo estará protegido. Podéis ponerlo en un
invernadero, pero poco a poco palidecerá, no estará verde. Algo en lo más hondo comenzará a
morir... porque el desafío modela la vida.
Esos vientos fuertes que golpean con dureza no son realmente enemigos. Os ayudan a
integraros. Dan la impresión de que os van a desenraizar, pero al luchar con ellos os enraizáis.
Enviáis las raíces más hondo de lo que puede alcanzar y destruir la tormenta. El sol está muy
caliente y parece que quemará, pero el árbol succiona más agua para protegerse contra el sol.
Se vuelve más y más verde. Luchando con fuerzas naturales, alcanza cierto grado de alma.
El alma solo surge mediante la lucha.
Si las cosas son muy fáciles, empezáis a dispersaros. Os desintegráis poco a poco,
porque la integración no es en absoluto necesaria. Os convertís en niños caprichosos. De
modo que cuando surja un desafío, vividlo con coraje.