viernes, 23 de abril de 2010

El amor





Recuerda no acaparar tu amor o calcularlo. No seas avaro, perderás todo. En cambio, deja que tu amor florezca y compártelo, ofrécelo, déjalo crecer.

Un gran rey tenía tres hijos y quería elegir a uno para ser su heredero. Era muy difícil, porque los tres eran muy inteligentes, muy valientes y eran trillizos todos de la misma edad de modo que no había forma de decidir. Entonces preguntó a un gran sabio y el sabio le sugirió una idea.

El rey fue a su casa y le pidió a sus tres hijos que vinieran. Le dio a cada uno una bolsa con semillas de flores y les dijo que él se iba a un peregrinaje religioso. 'Me tomará unos pocos años, uno, dos, tres, quizás más, y ésta es una especie de prueba para ustedes. Tendrán que devolverme estas semillas cuando regrese. Y aquél que mejor las proteja se convertirá en mi heredero'. Y partió a su peregrinaje.

El primer hijo pensó: '¿Qué debería hacer con estas semillas?'. Las guardó en una caja de seguridad de hierro, porque al regresar su padre, debería devolverlas como las había recibido.

El segundo hijo pensó: 'Si las guardo como hizo mi hermano, morirán. Y una semilla muerta no es una semilla'. De modo que fue al mercado, vendió las semillas y guardó el dinero. Y pensó: 'Cuando mi padre regrese iré al mercado, compraré semillas nuevas y le devolveré semillas mejores que las primeras'.

Pero el tercero fue al jardín y arrojó las semillas por todas partes. Después de tres años, cuando el padre regresó, el primer hijo abrió su caja fuerte. Todas las semillas estaban muertas, apestaban, y el padre le dijo: '¡Qué! ¿Son éstas las semillas que te dí? Tenían la posibilidad de florecer y dar un hermoso perfume, y estas semillas apestan'. ¡Estas no son mis semillas!'.

El hijo insistió en que eran las mismas semillas, y el padre le dijo: 'Eres un materialista'.

El segundo hijo corrió al mercado, compró semillas, volvió a la casa y se las presentó a su padre. El padre dijo: 'Pero no son las mismas. Tu idea fue mejor que la de mi primer hijo, pero todavía no eres tan capaz como yo quisiera. Eres un calculador'.

Fue al tercero, con gran esperanza y también con temor: '¿Qué has hecho?'. Y el tercer hijo lo llevó al jardín y allí había millones de plantas creciendo, millones de flores por todas partes. Y el hijo dijo: 'Estas son las semillas que me diste. En cuanto estén listas, juntaré las semillas y te las devolveré'. Y el padre contestó: 'Tú eres mi heredero. Es así como deberíamos actuar con las semillas'.

El acaparador no comprenderá la vida y la mente calculadora también se la perderá. Sólo la mente creatAñadir imageniva puede entenderla. Esa es la belleza de las flores, no pueden ser acaparadas. Representan a Dios: Dios no puede ser acaparado. Representan el amor: el amor no puede ser acaparado.

No es sólo una casualidad el que la flor haya permanecido como símbolo del amor a través de los tiempos, en todos los países, para todas las sociedades. El amor es como una flor: cuando comienza a florecer dentro de ti, tienes que compartirlo, tienes que dar. Y cuanto más das, más crece el amor. Si sigues dando, llegará el día en que te convertirás en una fuente infinita y constante de amor.

Zen: El Camino de la Paradoja
Vol. 2, pp. 43-45