miércoles, 11 de marzo de 2009

El movimiento de liberación de la mujer

Foto de Arpana Vidroh

¿Qué consideras la mayor necesidad de la mujer con­temporánea?

A causa de que la mujer ha sido dominada, torturada y reducida a un cero a la izquierda, se ha vuelto fea. Cuando no se per­mite que tu naturaleza siga sus necesidades internas, se vuelve amarga, se envenena; se queda como lisiada, paralizada, se per­vierte. La mujer que podemos encontrar en el mundo no es tam­poco una mujer verdadera, porque la han corrompido durante si­glos. Y cuando se corrompe a la mujer, el hombre tampoco puede permanecer natural, porque, después de todo, el hombre nace de la mujer. Si ella no es natural, sus hijos no serán naturales. Si ella no es natural -ella va a cuidar al hijo o hija-, naturalmente esos niños serán afectados por su madre.

La mujer necesita ciertamente una gran liberación, pero lo que está sucediendo en nombre de la liberación es estúpido. Es imita­ción, no es liberación.

Aquí conmigo hay muchas mujeres que han estado en el mo­vimiento de liberación, y cuando llegan aquí por vez primera son muy agresivas. Y puedo comprender su agresividad: siglos y siglos de dominación las han vuelto violentas. Es una simple venganza. Han perdido la cordura, y el único responsable es el hombre. Pero poco a poco, lentamente, se van suavizando, adquieren gracia; su agresividad desaparece. Se vuelven, por primera vez, femeninas.

La liberación real hará que la mujer sea auténticamente una mujer, no una imitación del hombre. Ahora mismo, eso es lo que está sucediendo: las mujeres están intentando ser iguales que los hombres. Si los hombres fuman cigarrillos, entonces la mujer tie­ne que fumar cigarrillos. Si ellos llevan pantalones, entonces la mujer tiene que llevar pantalones. Si ellos hacen ciertas cosas, en­tonces la mujer tiene que hacerlas. Ella se está volviendo simple­mente un hombre de segunda categoría.

Esto no es liberación, esto es una esclavitud mucho más pro­funda, mucho más profunda porque la primera esclavitud se la im­pusieron los hombres. Esta segunda esclavitud es más profunda porque la han creado las mujeres mismas. Y cuando otra persona te impone una esclavitud, puedes rebelarte contra ella, pero si tú mismo te impones una esclavitud en nombre de la liberación, no hay nunca una posibilidad de rebelión.

Me gustaría que la mujer se volviera realmente una mujer, por­que es mucho lo que depende de ella. Ella es mucho más impor­tante que el hombre, porque ella lleva en sus entrañas tanto a la mujer como al hombre. Ella da a luz a ambos, al niño y a la niña; ella nutre a ambos. Si ella está envenenada, entonces su leche está envenenada, entonces su manera de criar a los hijos está envene­nada.

Si la mujer no es libre para ser realmente una mujer, el hom­bre nunca será libre para ser realmente un hombre tampoco. La libertad de la mujer es una condición indispensable para la liber­tad del hombre; es más fundamental que la libertad del hombre. Y si la mujer es una esclava -como lo ha sido durante siglos-, ella hará que también el hombre sea un esclavo de maneras muy sutiles; las maneras de la mujer son sutiles. Ella no luchará direc­tamente; su lucha será indirecta, será femenina. Ella llorará y ge­mirá. No te golpeará, se golpeará a sí misma, y al golpearse a sí misma, al llorar y gemir, incluso el más fuerte de los hombres acaba siendo dominado por su mujer. Una mujer muy delgada y débil puede dominar a un hombre muy fuerte... La mujer necesita una libertad total, para que también pueda dar libertad al hombre.

Esto es algo fundamental que hay que recordar: si esclavizas a alguien, al final te verás reducido a la esclavitud; no puedes per­manecer libre. Si quieres permanecer libre, da libertad a los demás; ésa es la única manera de ser libre.

El libro de la mujer, de Osho