El único estado en el que uno puede transformarse en un morador permanente es
el espacio que no está ni aquí ni allá.
Hay una cualidad de silencio y calma... tranquilidad. Desde luego, al comienzo parece
muy insípida porque no hay ni dolor ni placer. Pero todo dolor y todo placer es simple
excitación. A la excitación que os gusta la llamáis placer. A la que no os gusta la llamáis
dolor. A veces sucede que puede empezar a gustaros una cierta excitación que se transforma
en placer, y puede empezar a gustaros otra excitación que puede convertirse en dolor. De
modo que la misma experiencia puede volverse dolor o placer; depende de lo que os guste o
desagrade.
Relajaos en el espacio entre el placer y el dolor. Es el estado más natural de relajación.
En cuanto empezáis a estar en él, a sentirlo, aprenderéis su sabor. A eso lo llamo el sabor del
Tao.
Es como el vino. Al principio será muy amargo. Uno ha de aprender. Y es el vino más
profundo que hay, la mayor bebida alcohólica de silencio, tranquilidad. Uno se embriaga con
ella. Poco a poco entenderéis su sabor. Al comienzo carece de sabor porque tenéis la lengua
demasiado llena de dolor y placer.