Cuanto más os centráis, más relajados os volvéis, y así existen más posibilidades
de entrar profundamente en una relación.
De hecho, sois vosotros quienes entráis en una relación. Si no estáis ahí -tensos,
tullidos, preocupados y fragmentados-, ¿quién va a adentrarse en la relación? Debido a
nuestra fragmentación, tememos adentrarnos en una relación, entrar en capas más profundas,
porque entonces nuestra realidad quedará revelada. Entonces tendréis que abrir el corazón, y
este no es más que fragmentos. No hay una sola persona dentro de vosotros... sois multitud. Si
de verdad amáis a otro y abrís el corazón, el otro pensará que sois un público, no una
persona... ese es el temor.
Esa es la causa de que las personas no dejen de tener relaciones casuales. No quieren
profundizar mucho; solo quieren tocar la superficie y escapar antes de que algo se convierta
en un compromiso. Entonces únicamente se puede tener sexo... y este también empobrecido.
Es superficial. Solo hay un encuentro de límites, pero eso no es amor... puede que una
liberación corporal, una catarsis, pero nada más que eso.
Si una relación no es muy íntima, podemos mantener nuestras máscaras con facilidad...
los rostros sociales funcionan bien. Entonces, cuando sonreís, no hay verdadera necesidad de
que lo hagáis, ya que solo sonríe la máscara. Si realmente queréis profundizar, entonces hay
peligros. Deberéis ir desnudos... lo que significa con todos los problemas interiores revelados
ante el otro.