He oído que un hombre entró una tarde en una pescadería y dijo:
«Quiero ese pez. Lánzamelo y yo lo cogeré.»
El pescadero dijo: «¿Para qué quieres que lo lance? Te lo puedo dar a la mano.»
El hombre respondió: «No, tienes que lanzarlo y yo lo cogeré, porque no quiero mentir. Cuando vaya a casa mi esposa me preguntará: «¿Dónde has estado?» He estado pescando, pero no he podido coger ningún pez. Pero éste sí que lo habré cogido. No lo he comprado; tú lo has lanzado y yo lo he recogido. Por eso podré decir sin rubor: «Ésta es mi captura, un pez precioso.» Como no puedo mentir, tienes que lanzado y yo tengo que cogerlo.»
De hecho esto es lo que estamos haciendo. Todo es nuestro y sin embargo estamos robando de manera sutil. No significa que robes dinero u otras cosas; puedes robar pensamientos, puedes robar palabras. Todo tu conocimiento es robado. No es algo que hayas descubierto, es algo que has tomado, de aquí, de allá. Y a continuación, sin pensarlo dos veces, sin rubor, dices al mundo: «Ésta es mi opinión.» ¡No es tu opinión! Ni siquiera eres consciente de ti mismo, ¿qué opinión puedes tener? Por eso todos estos comportamientos son robar.